…un mundo
fantástico cuyo mayor hacedor era el gran Mickey Mouse! Él empujaba las nubes
oscuras para que los niños disfrutaran de sus paseos por los diferentes parques
temáticos juntos a sus pacientes padres, quienes llevaban agua fresca en sus
mochilas e iban cargando bolsas con regalos por caminos de ensueño. La
protagonista de esta historia tiene cinco años y pudo conocer y admirar el
maravilloso Walt Disney World con ojos asombrados y agradecidos. Quienes
estuvimos a su lado no solo fuimos testigos, sino que coprotagonizamos con gran
satisfacción sus encuentros con princesas y personajes, viajamos en Dumbos y
Dinos y carroussels con múltiples caballitos subiendo y bajando en
interminables vueltas y vueltas, asistimos a espectáculos musicales, principescos
pasos de comedia, tuvimos experiencias con vuelos interplanetarios, y un viaje
en el tren de los enanitos, muy engañador en su inocente presentación, pero
transformado en una temible montaña rusa a poco de andar. Salimos airosos,
aunque nos juramos no repetirlo. Indiana Jones resultó un espectáculo digno de
Hollywood, muy impresionante. El Fantasmic, ya entrada la noche, nos mostró el
esplendor de un lugar creado y diseñado a la medida de las súper producciones.
Cada mañana nos levantábamos muy temprano para tener el tiempo suficiente y no
perdernos nada. Creí, confiada, que adelgazaríamos varios kilos con tantos
paseos, pero el contrapeso, las comidas, no nos permitieron lograrlo. Orlando
es una ciudad limpia, ordenada, vimos a toda la gente trabajando con sonrisas,
buenos modos, cada uno en su pequeña pero importante tarea para que el turista
se sienta cuidado y respetado. Volvimos con nostalgia pero reconfortados, el esfuerzo
para llevar a cabo este viaje valió la pena.