LOS LÍMITES
¿Hay algo más odioso que poner límites? Uno quisiera que el otro tomara conciencia de su proceder incorrecto para no tener que intervenir. Pero no, la autoprofecía se cumple nuevamente y mi límite extremo está otra vez ahí, haciendo ruido como si fuera muy viejo, como si la artrosis lo hubiera invadido.
Y hay que hacer oídos sordos a los comentarios malévolos, a opiniones intencionadas, y seguir adelante. Claro, más solo que nunca, quizás no sea terminante esa soledad, quizás tenga un prolongado descanso hasta que algo ilumine ese oscuro desván del criterio y salga a la luz la comprensión y todo pase.
Con esa esperanza salgo hacia el nuevo día, los hijos tardamos en darnos cuenta, pero todo llega a su tiempo. Cuando somos padres vemos lo difícil que resulta decir no al ver el error en un hijo. Quisiéramos acunarlo aunque ya sea grande y decirle todo lo que lo queremos y deseamos que recapacite. Pero él va a crecer cuando sea su momento, habrá que esperarlo para darle la mano cuando llegue hasta nosotros.