Miraba por la ventanilla y recordé una situación que me hizo brotar una sonrisa. Los negocios aun no habían levantado las persianas, faltaban veinte minutos para las ocho. Ahora se me borró por completo ese recuerdo, pero no es importante, solo fue el disparador para que mi mente divagara libre de la ansiedad, que tan a menudo me acomete, pensando en las tareas que me esperan.
Como transitaba la zona de Once, algunos hombres jóvenes o maduros caminaban por las calles, sus cabezas cubiertas con un inconfundible sello identificatorio de su religión judía, vidas dedicadas a la industria textil, en la mayoría de los casos. “La memoria de Abraham” del autor Marek Halter, es un libro que ya ni sé cómo llegó a mis manos, pero que me fascinó como tantos otros a lo largo de mis lecturas. Una familia dedicada a la imprenta y los derroteros de sus descendientes son los protagonistas de la historia que ahí se narra. Cada vez más me interesan las auto-biografías, o biografías contadas desde la intimidad, ya casi no leo ficción, con algunas excepciones en cuentos. Guardaba con mucho sigilo mi opinión sobre las novelas de Gabriel García Márquez, no coincidía con la gran admiración que suscitaban. Pero el día que leí, gracias a un regalo, “Vivir para contarla”, me encantó. No sé como llegué a hablar de libros, no era mi intención, tal vez es el resultado del fluir de este presente mío.