martes, 24 de enero de 2012

Hola a todos/as:
Soy Juan Zamboni, vivo en Santiago del Estero, Capital, impulsor de la idea (al decir de Ma Cristina) sobre el seguro social para la Familia. El blog es creación brillante de David, otro participante de Pan.
En primer lugar agradezco la inquietud de Ma Cristina de incluir la idea en su blog. En segundo lugar, me complace el interés demostrado por Uds en un tema tan sensible. Cuando me toca comentar sobre estos temas, siempre tengo presente la dimensión humana. No se trata de números, cifras o bienes intercambiables. Se trata de la persona en toda su amplitud (con sus oquedades y completitudes).
Considero que hay dos cosas que debemos tener presente cuando hablamos sobre una iniciativa popular, si Uds me lo permiten:
1) la Iniciativa Popular es una forma de participación semidirecta (en el blog en cuestión lo desarrollo con más amplitud)
2)lo único que mejora la forma de gobierno democrática es la participación de los ciudadanos.
Por lo tanto, conforme a lo expresado, participar es lo único que va a permitir optimizar lo que se esta haciendo bien, controlar y corregir lo que sea necesario, que es mucho y urgente.
Actualmente existe en nuestro país la AUH. Pero esto es una asignación. La palabra es clave en el ejercicio del derecho. Asignar es otorgar, dar, pensionar, entre otras cosas, una retribución. Se asigna unilateralmente, por decisión de una de las partes involucradas. Y hasta que ella, unilateralmente tambíen, lo decide. Este mecanismo no es el habilitado en el espíritu y el plexo constitucional argentino.
La propuesta del Seguro Social Integral para la Familia se sustenta en la figura del seguro, es decir ante una situación de riesgo, el asegurador presta, por un tiempo estipulado, una determinada cobertura, ya no unilateral, sino obligatoriamente bilateral. Por un lado el Estado se compromete a resguardar un bienestar óptimo para los ciudadanos que estan atravesando esa situación riesgosa. Y tambien se compromete a tomar las medidas que mejoren las condiciones creadas por el riesgo. Pero por otro lado, todos los ciudadanos colaboran conforme al marco legal establecido.
Al Estado, mediante la participación ciudadana, se le controla, se le exige y se le convoca a institucionalizar el seguro y a mejorar las condiciones que sustraigan a la población del riesgo. Y todos los ciudadanos, vía participación democrática semidirecta, ejercemos los principios del constitucionalismo social.
Pensar que el seguro puede acabar con la pobreza es dificil. Tampoco es la idea de la propuesta. La pobreza necesita de muchas medidas coordinadas, donde tambien deben participar los ciudadanos con las herramientas que nos brinda nuestra Constitución Nacional.
Si tengo el convencimiento personal y profundo que reordenando la figura legal y organizandola institucionalmente (el sustento económico del Seguro Social Integral para la Familia debe ser asignado directamente del PBI. ¡Se malgasta en tantas cosas superfluas ese PBI!), se van a cortar muchos lazos de CLIENTELISMO político y de los otros, que constituyen la forma más perversa de lucrar con el pobre.
Saludos cordiales.
PD: les acerco un correo electrónico para los que esten interesados en debatir más profundamente el tema
yannarcca@hotmail.com



Publicado por juan para elblogdemariacristina a las 23 de enero de 2012 18:07











viernes, 20 de enero de 2012

A MIS COMPAÑEROS ARGENTINOS DEL BLOG

Hay una propuesta para mejorar la vida de muchos argentinos que seguirán viviendo muy mal si no se hace nada. Este proyecto, incluído en el blog que cito a continuación tiene el afán de contribuir a eso, con las sugerencias y opiniones de quienes puedan dar una mano que beneficie a todos. Sin ningún compromiso y a quienes deseen colaborar:

http://segurosocialparalafamilia.wordpress.com/?blogsub=confirming#subscribe-blog

sábado, 14 de enero de 2012

MI ANGEL DE AQUEL DÍA

                           

             
                        Me iba envolviendo una nube oscura, cuando la vi a mi lado. Le extendí la mano para pedirle ayuda, pero el piso se me vino encima de golpe y no supe más nada. Desperté en la cama de un hospital, rodeado de cables y aparatos  Por sobre la mampara que dividía el lugar, su cara sonriente, con la mano levantada, se despidió y se fue. Nunca más la volví a ver.

                        El tiempo pasó muy lento para recuperarme de mi adicción, hubo entrevistas con médicos, psiquiatras, psicólogos, asistentes sociales, en fin, una larga lista. Cuando pude ponerme en pie, asistí a las reuniones grupales que se hacían tres veces por semana. Todo eso me hizo mucho bien, pero yo no podía quitarme de la cabeza la cara de esa chica que me había salvado. Las enfermeras me dijeron que me encontraron tirado solo, pero tuvo que haber sido ella, porque yo vi su cara y su sonrisa a través del vidrio.

                        Ya de regreso a mi vida y a mi familia, viendo un programa de televisión, un grupo de gente daba testimonio acerca de una amiga incondicional que nunca bajaba los brazos. A pesar de haber perdido su vida en un accidente automovilístico, junto a su marido y su pequeño hijo, su recuerdo era como un faro inextinguible para todos ellos. Mostraron una foto donde la sonrisa de mi salvadora se destacaba entre todos. Y entonces fue que alguien nombró ese día fatal. Justo el día en que ella me salvara, en esa misma esquina.

miércoles, 11 de enero de 2012

                                   EN ALGÚN LUGAR

  
                Como casi todos los días de los últimos tiempos, buscaba un lugar para continuar viviendo. Ya lo habían echado tantas veces de los que iba encontrando, pero siempre lograba acomodarse y dormir unas horas, hasta que la luz del amanecer lo despertaba. Y de nuevo, andar de acá para allá con sus bolsas, dejando pasar las horas, a la espera de la definitiva.

                 Una noche, sus pies tropezaron con algo; miró con atención el largo cuerpo tendido. La sangre, todavía fresca, formaba un gran charco alrededor. Escapó de ahí a toda velocidad. Casi sin aliento, se dejó caer en un umbral que, cálido y oscuro, le dio abrigo. El vocear de un canillita, lo despertó. Sacó unas galletas y, mientras reconstruía en su mente el hallazgo de la noche anterior, las masticó con dificultad, ya estaban demasiado duras. Caminó despacio hacia el quiosco de diarios y observó con atención los titulares; la gran fotografía representaba esa escena en su memoria. Un calor insoportable lo apuró a recoger sus bolsas y alejarse. No fuera cosa que le endilgaran el cadáver, tal vez alguien lo hubiera visto merodeando. Le convendría llegar rápido a la estación y subirse a un tren de los que salían para el interior.

                 La sirena de un patrullero sonó muy cerca. Las bolsas se desprendieron de sus manos, quedó paralizado por unos segundos, antes de salir corriendo, sin rumbo. La parte baja de la autopista le dio refugio y descanso; miró en todas direcciones y se desplomó en un rincón. Respiraba agitado; un rayo de sol, de lleno en su cara, lo deslumbró por un instante. Las manos vacías mostraban que una parte suya  había quedado en sus bolsas, en algún lugar.

jueves, 5 de enero de 2012

CASI LA FELICIDAD

            Exaltada, alegre, ansiosa, no podía parar de hablar. La reunión iba a ser esa misma noche, había planeado todo con mucha anticipación, ningún detalle al azar. Pero ese nerviosismo en aumento resultaba inexplicable.

            La artista plástica, que sería la invitada de honor, estaba de paso en su gira por el Sur de América. Laura le había comunicado la noticia  un mes atrás, y a partir de entonces comenzó a planear ese día, le despertaba una gran admiración el trabajo de la pintora Aída Black. Las fotografías mostraban una gran belleza en plena madurez, como si el tiempo no la tocara.

             Su marido se mantenía ajeno a los preparativos, a veces lo descubría mirándola serio. La mesa tendría seis invitados, y ocho era un número perfecto. Eligió con mucho cuidado su ropa. La cena se desarrolló como lo esperaba. Cada cosa en su lugar, la charla amena, entretenida. Aída se mostró discreta y encantadora, de vez en cuando le dirigía una mirada expectante a su marido. Eso la desconcertaba, él sólo sonreía como respuesta.

              Los invitados fueron despidiéndose, alegres por la velada  compartida. Por último su esposo, de la mano de Aída, con aire distraído, le dijo: Querida, todo estuvo maravilloso, me voy. Ella no comprendió claramente  y preguntó, ¿la llevás hasta su hotel? Él negó con un gesto, no querida, Aída es mi amante desde hace más de dos años, tuvo el capricho de conocerte antes de irnos a vivir juntos.