Desde ayer estoy emancipada! Mi hijo
menor pudo al fin mudarse a su casita propia y aunque es seguro que
extrañaremos los intercambios diarios (el me dice que soy peleona yo aseguro
que son solo diferentes opiniones intercambiables) los abrazos, las comidas
compartidas (aun con teléfono mediante) nos adaptaremos cada uno a su propia
realidad, porque ambos somos solitarios y disfrutamos de nuestra soledad
positiva, así la llamo. La pandemia ayudó de algún modo a que pudiera armar su
nido, ya que trabajando desde acá pudo hacer todos los arreglos para recibir el
mobiliario y los utensilios necesarios. En mi caso, recién hoy caí en la
cuenta, el sábado fue la mudanza y ayer quedé reacomodando, muy entusiasmada
todo el día. Y me siento bien, contenta con su progreso, y armando mi nueva rutina, que no
necesariamente será rutinaria. Solo espero que antes de fin de año podamos
reunirnos las familias y amigos como antes, mis encuentros habituales con dos
amigas de años, fuera de casa, cambiando el ambiente con charlas interminables,
matizadas con risas y reflexiones varias. Por ahora nos conformamos con
encuentros esporádicos con mis otros hijos, ellos hacen el permiso de cuidado
familiar por un día. La calle la miro desde mi balcón, mientras cuido las
plantas que piden atención, ya comprobé que algunas necesitan cambio de
ubicación para crecer mejor, así que las voy rotando y mimando. Y por suerte
Netflix tiene estrenos de series en septiembre, algunas con temporada dieciséis! Mis libros, las películas, en fin, me preparo
para la nueva etapa de mi vida “exterior”.