Esto va con numeración porque se
refiere a lo que sucede detrás de mi puerta, al lado de los ascensores, que me
cuentan lo que sucede a diario en el ir
y venir de mis vecinos de pasillo. Hace uno o dos años comencé a escuchar un
llanto como de bebé al llegar y al irse, fuerte y constante, los fines de semana.
Imaginaba muchas cosas, me llamaba la
atención la insistencia. Durante la
semana no había movimiento. Siguió ocurriendo el año anterior y este, ahora en
forma permanente, no solo sábados y domingos, pero además oigo sonidos estridentes,
aunque no palabras. Casualmente, cuando visito a mi hija se escucha a una nena
vecina con esa misma modalidad. Ahí me enteré de que tiene problemitas, que
necesita atención y cuidados especiales. Y pude deducir lo que pasa acá, y
entender el comportamiento de sus papás, que son muy precavidos y no se dejan
ver, incluso alguna vez llegué de la calle y ellos estaban esperando el ascensor,
se corrieron tapando el cochecito, aunque saludaron educadamente. Debe ser duro el compartir su
realidad, aunque si lo hicieran de manera natural tal vez tendrían comprensión
y solidaridad. Quizás con el tiempo y la aceptación les llegue ese momento y
puedan vivirlo en paz, sin necesidad de ocultarse. Todo lo que se refiere a los
chicos me llega muy hondo, no puedo ver ni leer temas en donde sufran, por el
motivo que sea. En este caso, deseo que sus papás tengan la fuerza necesaria
para hacerlo feliz y ser felices ellos mismos.