Ya en años anteriores las
tomas de colegios por estudiantes secundarios nos tuvieron a mal traer. Malas
decisiones de las autoridades, poca educación en las casas de familia, mucha influencia
en las mentes jóvenes de movimientos de protesta. Como ya en las universidades
esta última influencia cambió por pensamientos más democráticos y allí
fracasaron, ahora fueron por los más chicos, incitándolos a hacer reclamos
ridículos para justificar el tomar escuelas con pancartas, no dejar ingresar a
las autoridades ni profesores, creyéndose
dueños de los establecimientos. ¿Y todo con el apoyo de sus padres? ¿Dónde
estamos parados si dejamos hacer y deshacer a nuestros hijos sin respetar a las
instituciones? En el caso de tener que pedir por mejor educación, estos mismos
chicos podrían hacerlo en las veredas de sus colegios, a la salida de sus
clases, con carteles reclamando con justicia lo que merecen. Pero esta
modalidad disruptiva y avasallante no corresponde. Y todo esto sucede porque
desde arriba no hay ejemplos de respeto y tolerancia. Los han dejado a la
deriva, no los sancionan, pasan de año con muchas materias pendientes, seguro
no sabrán casi nada al egresar, salvo esos estudiantes que quieran aprender por
ellos mismos, los demás serán pobres ignorantes creyéndose sabios. Y así
estamos.