…la mitad de
mi país empobrecido, esclavizado por el relato de una clase dirigente que los
ama tanto que los quiere más pobres. Que se sostiene por tres generaciones con
dádivas del estado, no conocen el esfuerzo, más que el de ir a marchas de las
organizaciones sociales dictatoriales, si no vas no cobrás, o en el mejor de
los casos, hay tanto para vos si vas. Que aceptan con resignación esa sobrevida
chata y sin futuro, porque quienes pueden darle trabajo son los malos, los
ricos que le han sacado lo que les corresponde. Es muy llamativo que personas
de los países limítrofes consigan trabajo acá y además ayuden a sus familias en
el país de origen, enviándoles dinero mensualmente. Un Rasputín encubierto
sostiene a la Reina en sus desvaríos de poder, y cual perfecto Maquiavelo construye proyectos para quedarse
con todo. No, quizás no deba escribir sobre esto, tal vez sea mejor poner la
mirada en la otra mitad de mi querido país, ese que hace cincuenta años era
pujante, educado, trabajador, y que alienta a sus hijos y nietos a ir por ese
camino, a cultivarse, a soñar un horizonte de paz, concordia, prosperidad. Ya
no lo veré, por cierto, pero la esperanza queda en ellos, ojalá sean los
privilegiados forjadores de este sueño.