¿Qué hacés que no dormís? En lugar de estar sentado ahí en el piso, mirándome dormir, ¿por qué no te acostás vos también? Mirá que te gusta perder el tiempo eh… Ya sé, estás pensando en algún renglón de tu novela, eso te tiene desvelado, ¿no? Bueno, yo te cuento, a ver si te inspira algo, mañana vence la luz, el gas ya fue la semana pasada, y el mes que viene nos van a cortar todos los servicios si no pagamos las cuentas. Decime, ¿eso te da alguna idea para terminar de escribir esa mierda de novela que ya me tiene podrida? ¿O vos pensás que con lo que yo gano alcanza para todo lo que hay que pagar? A gatas consigo comprar la comida y llegar al alquiler, hace años que no me compro algo decente, me voy arreglando con lo que me dan, de lástima, esas hijas de puta para las que trabajo como una burra. Ellas ni se imaginan que soy la mujer de un gran escritor que hace dos años que no escribe una línea. Eso sí, las botellas de vino van pasando de a una por comida. No te privás de nada, vos.
Ni me preguntás con qué estamos viviendo. Ah… pero el señor tiene que conseguir su inspiración, no hay que molestarlo con ruidos estridentes, ni el teléfono suena ya, ¿no te diste cuenta? Y no creas que es porque le bajé el sonido de la campanilla. Directamente cortaron la línea hace seis meses, total, ¿quién te va a llamar para publicar? El gran escritor, está retirado, en su atelier, meditando en soledad. ¡Qué risa me da!
La sangre fue deslizándose suave y caliente por sobre el cubrecama. El hacha, quieta, a un costado, tenía adherida la mano de un hombre que no había podido escribir ni una línea.
Se levantó despacio, miró con calma el cuerpo decapitado de su mujer y encendió un cigarrillo.