En
esta última semana ocurrieron dos episodios que me permitieron un cambio
favorable en mis actitudes. El primero tuvo que ver con un tema en el lugar
donde vivo, me enojé de inmediato al tener una noticia desfavorable, pero al
rato nomás encontré la parte buena del asunto y cómo darlo vuelta a mi favor.
Eso me ayudó a sacarme el enojo y sentirme mejor. El otro, en una conversación
con mi hijo más chico, lancé mi vieja idea de comprarme en algún momento una
casita a la orilla del mar, sueño viejo y algo irrealizable. Él, lejos de
apoyarme, me respondió, tan mal te va en la vida? Tenés dos lugares donde pasás
el tiempo, tu casa y la de tu hija, y ahí disfrutás de lo que te gusta, la
naturaleza, para qué querés irte a vivir sola? Ya hace algunos años, una
querida vecina española que ya no está me dijo algo similar al contarle mi
plan, tú estás loca, irte lejos de la familia, para qué? Entonces me di cuenta
de que ese antiguo sueño ya no estaba, que de verdad me siento muy bien en este
momento de mi vida y ya no necesito nada más.