jueves, 28 de febrero de 2013

HERMANOS


                  Un hermano puede ser un enigma para toda la vida si nació bajo el signo de Escorpio siendo yo de Aries. Tiene un año y medio menos, pero siempre fue el mayor. Por carácter, por personalidad y por empecinamiento. De chicos, propulsor de rebeldías, en contraposición a mi obediencia debida.

Sus escapadas desde la sillita alta, en su más tierna infancia, resultaban apoteósicas. Nadie descubría cómo lograba zafarse de las ataduras con que lo pretendían resguardar del peligro de caerse. Cuando menos lo esperabas, él te miraba desde el piso y vos con la boca abierta, sin explicación. Y ni qué hablar de las corridas delante del abuelo y su gran cinturón, después de abrirle la jaula a los conejos. Sus pies parecían turbos en acción. Si no fuera por los perjuicios, eran para festejar. La escuela fue otro desafío. Las maestras citaban a la familia continuamente para presentar quejas. Perjudicaba el normal funcionamiento de la clase con sus distracciones. Y así fue pasando el tiempo, en cada escala de su vida las anécdotas eran recurrentes. Por otra parte, se ganaba el afecto de todos los que lo conocían por sus condiciones para ser un muy buen amigo de sus amigos. Con los chicos tenía un don especial, él se encargaba de calmarlos o jugarles cuando los padres perdían la paciencia. Es el día de hoy, que con sus propios nietos continúa la misma labor inapreciable. Sus hijas pueden descansar tranquilas, ante cualquier imprevisto el abuelo está siempre listo para auxiliar. En cuanto a su relación conmigo,  varía en intensidad de acuerdo a la frecuencia de los encuentros en reuniones o festejos. Los cortos circuitos pueden entrar imprevistamente, sin que lo notemos, por algún resquicio imperceptible. El se mantiene en el control de la relación, cuando quiere se muestra cariñoso y contenedor, o frío y distante, según su parecer. Ya me acostumbré a este funcionar titilante. Y no hago demasiado para que cambie, para mí siempre será un enigma.

 

lunes, 11 de febrero de 2013

VISTA DESDE LO ALTO

                         Miro correr las nubes hacia el este y pienso, el río se comerá la tormenta, pero no, el viento gira y las nubes vuelven a pasar. Como la ilusión, que se alimentó en el tiempo y creció y creció hasta casi convertirse en algo tangible, pero no.

                         Algunos cierran las ventanas ante la inminencia de la lluvia. Unas cuantas bolsas vacías, infladas como globos, danzan graciosamente antes de alejarse, en busca de otro cielo.

                          Cuando planificaron la autopista que pasaría por la esquina, creíamos que desaparecerían las casas bajas de la manzana. Por suerte, ese trayecto quedó en la nada y podemos seguir mirando hacia el noroeste en el atardecer y descansar en los rojos grisáceos, con el alma en suspenso.

                           Hay días en que añoro sentir la nostalgia de un amor lejano, más allá de toda realidad. Esa sensación me colma de tibieza, sólo comparable al chocolate amargo saboreado a solas y despacio.

                           Algo salpica mi cara, deslizo mi mano por la mejilla, y al apoyar mis dedos en los labios, me sorprende no percibir el sabor salado de las lágrimas. El viento me empuja más hacia arriba y la lluvia moja mis alas.