Tengo una
gran inquietud por aprender el funcionamiento de las cañerías en un edificio y
su compleja distribución. Quizás me meta en Internet para descifrar el misterio
que sucedió otra vez en mi casa, en un octavo piso, durante mi ausencia
semanal.
Mi
dormitorio queda deshabitado por tres o cuatro días, así que el hallazgo me
tocó en persona y al irme a dormir. Nada más meterme en la cama y sentir una
sensación de extraña humedad me puso en estado de alarma. Revisé el colchón, el
agua deslizada hacia los bordes y una gran mancha blanca en el piso me dijeron
que otra vez el techo había llovido. Sentada en la parte seca reflexioné sobre
los pasos a seguir. La vez anterior, un año atrás, nadie se preocupó por mi
reclamo, total no se había repetido. Qué podría cambiar esta nueva llovida?
Nada, absolutamente nada. Si el problema pasa y no hay que lamentar pérdidas
importantes, ninguna explicación es necesaria. Esta es la mentalidad de los
administradores que continuamente reparan y arreglan problemas más inminentes.
Entiendo que debe ser así, pero la impotencia por no saber a qué se deben estos
diluvios anuales me deja perpleja.