domingo, 28 de junio de 2020

EL FORASTERO

(En este tiempo estoy sacando de mi carpeta de cuentos algunos viejitos que andan por ahí, no sé si alguno ya fue publicado en el blog, pido disculpas por las dudas, desde 2011 ya perdí la cuenta!)



                    El hombre llegó arrastrando los pies y se sentó a beber, casi no se lo escuchó hablar. Su portafolios, viejo y raído, reposaba en el piso, cerca del mostrador. Dejaba pasar las horas con el vaso en la mano, a veces agitaba el aire hasta encontrarlo y bebía insaciable.
                    El dueño del boliche lo llenaba de nuevo, como atento a una orden predicha, un acuerdo entre los dos. De a ratos lo observaba de reojo, calculando cuándo caería inconsciente. Pensaba, “otro más para el fiado, mejor le voy cobrando ahora para no perder todo después”. Le llamaba la atención que de vez en cuando girara la cabeza hacia la escalera. Su mujer llegaría de un momento a otro, no le gustaba madrugar. Se miró las manos, las manchas delataban la edad, años y años la misma rutina, sin cambio en días y noches, ¿para qué? En el pueblo estaban habituados a entrar y olvidarse del mundo, algunos jugaban a los dados, otros a las cartas, la mayoría, simplemente se ponía a tomar hasta que había que ayudarlos a llegar hasta sus casas. Estaba tardando demasiado, tendría que subir a despertarla. Dos años atrás llegó como de paso y se quedó. Mejor dicho, él la había hecho quedar, en cuanto la vio, se enamoró. Después, el tiempo hizo el resto; al parecer, no la esperaban en ningún otro lugar y por comodidad o gratitud, seguía ahí. Se daba cuenta de que no lo quería, pero era casi feliz sintiéndola cerca. Todo no se puede tener.
                       Levantó la vista, ella bajaba por la escalera distraída, arreglándose el pelo. Cuando estuvo a su lado, rozó su mejilla y le dijo, como siempre, “andá a descansar, ya estoy yo”. El la retuvo un momento, aspiró su aroma a recién bañada y luego se fue yendo despacio. No había llegado al primer escalón cuando un estampido a su espalda lo paralizó. Al darse vuelta la vio tendida, la sangre comenzaba a rodearla. El borracho, sostenía en su mano vacilante el arma, todavía humeando.

viernes, 26 de junio de 2020

DE DUENDES Y DE HADAS


                         Las hojas, semejantes a grandes acelgas, se movían nerviosamente. Una ardilla, asustada, salió trepando por los árboles más cercanos, pero no se alejó demasiado para observar a cierta distancia qué ocurría ahí. Al fin y al cabo el viento no soplaba ese día, por el contrario, una calma sospechosa reinaba en el bosque. Si casi no se oía el piar de los pájaros.
                    Dos ciervos cruzaron delante de sus ojos como si huyeran de alguna persecución. A partir de este momento todo fue calma otra vez. Ya sea por aburrimiento o por cansancio, la ardilla cayó en un profundo sueño.
                    Un pequeño duende, vestido de azul, salió tímidamente de su escondite. Miró hacia todos lados e hizo señas a los demás, que también fueron apareciendo con algún temor, sacudiendo el polvo de sus coloridos trajes. Un murmullo llenó el ambiente, unos y otros querían hablar y no se ponían de acuerdo. ¿Cómo despertar a la joven dormida tan profundamente? Ninguno notó a pocos pasos a una figura esbelta y rodeada de luz que seguía atenta sus movimientos. Cuando la discusión hubo llegado a un punto sin retorno, ella intervino, suave y decidida. Acercando su varita al grupo de duendes, realizó tres giros rápidos y todos ellos fueron alcanzados.
                     La ardilla despertó al sentir una ráfaga de aire que la envolvía. Allá abajo, entre los matorrales, un grupo de enanitos bailaban junto a Blancanieves.


sábado, 20 de junio de 2020

EN EL DÍA DEL PADRE, "ALLÁ EN ITALIA"


            En sus últimos días, él me hablaba de su pueblito natal, allá en Italia. Relataba anécdotas de sus viajes diarios al monte, para que las cabras retozaran. Quiero hacer memoria para repetir alguna de esas historias, pero sólo recuerdo su cara, su mirada perdida, como si ya no estuviera acá, como si la inminencia de su partida final lo hubiera depositado otra vez en la infancia.
            -Cómo, ¿ya te vas tan rápido?
 Su pregunta me sorprendió, siempre me decía:
-Andá, que tenés que hacer, yo estoy bien.
No quise darme cuenta de que ya no podía seguir con nosotros mucho tiempo más, por eso la urgencia de contar lo que en su mente todavía quedaba intacto, el pueblito, un libro leído de apuro, mientras el sol se filtraba desde algún pequeño arbusto, cobijándolo en su descanso, después del almuerzo frugal que su madre le había preparado muy temprano, antes de subir al monte.             
              Ahora, cuando alguien cercano, comienza a reiterar sus historias de infancia, presto mucha atención, me quedo a su lado todo lo que puedo y más, en tu homenaje, papá.


jueves, 18 de junio de 2020

LOS ZAPATOS DE MI TÍA


                         Cuando tenía algo más de seis años, pasaba mucho tiempo en el patio trasero, jugando o leyendo cuentos.
Detrás de mí, sobre el techo de chapas que correspondía a la cocina del abuelo, dormían al sol los zapatos de mi tía que vaya a saberse el por qué, ella dejaba ahí, abandonados. Alguna que otra vez, subía con la escalera de madera y estirándome con cuidado alcanzaba a bajarlos, aunque de pares diferentes, nunca estaban juntos a mano. Me daba unos buenos porrazos andando en las alturas por un buen rato, hasta que alertados por el taconeo, aparecía alguno de mis tíos a llamarme la atención. De todos modos, no era nada placentero calzarlos, estaban tan endurecidos que lastimaban mis pies. Cuando crecí, olvidé preguntarle a mi tía para qué los dejaba en ese lugar, en lugar de tirarlos a la basura. Y ahora ya es tarde, murió delirando persecuciones. Fue una mujer hermosa, tuvo infinidad de pretendientes pero con ninguno logró formar una familia. Quizás esa no era su ambición, recuerdo muy bien un último contacto telefónico. Al llamarla para reunirnos en Navidad, su respuesta fue lapidaria. “Para qué? Tengo que gastar en regalos, ustedes son un montón y yo sola para todos.” No estaba lejos de la verdad, pero nunca entendió que no queríamos regalos, sólo compartir los festejos con la familia. Eligió a su hermano menor para continuar ligada al resto. Y hacía periódicos viajes a San Miguel, donde él vivía, reprochándole que no la visitara más seguido. Él y una antigua amiga, fueron su compañía. Los sobrinos y nuestra prole no participamos de sus últimos años, aceptamos su decisión, que mantuvo firme hasta el final.


miércoles, 17 de junio de 2020

CUIDAR LOS DETALLES


                        Miro el entorno donde me senté a escribir y me reconozco, no en este tiempo, sino cuando recién lo habitaba, muchos años atrás. En ese entonces la cocina era mi favorita y ahí pasaba gran parte del día. Hoy todo cambió, cada rincón tiene su encanto, voy paseando mi osamenta por todos los ambientes, plena dueña de mi casa y cuido los detalles de cada lugar.
                        Cuidar los detalles, para mí, no significa sacar lustre. Eso se lo dejo a los vanidosos. Encontré la razón perfecta para no exigirme la excelencia, la vanidad y el brillo van de la mano y no tengo nada que ver con ninguno de los dos. El polvo que pueda acumular la biblioteca pertenece a un orden al que soy ajena. Y digo, el polvo forma parte de la naturaleza y la naturaleza me fascina. Recorrer lugares, encontrar un árbol enmarcado en un fondo de agua de río. O caminar por la orilla del mar, temprano en la mañana, con el horizonte brillante de sol.
                         Digamos que lo que más me cuesta es cuidar los detalles en las relaciones con las personas, sobre todo porque también depende del humor de cada uno, pero con buena voluntad y tolerancia se puede lograr, cuidando los detalles.            




lunes, 15 de junio de 2020

GUIJARROS EN EL CIELO


Cuando cae la tarde
y el oeste se pinta de escarlatas dorados
nostalgio mirar hacia el infinito.
Imagino otros soles
otro universo
otra realidad.
Qué poco sabemos
cómo nos asemejamos
a pequeños
guijarros en el cielo.

viernes, 12 de junio de 2020

UNA VISITA INESPERADA


                       Subí la persiana unos centímetros para descubrir el amanecer. Sobre el alféizar había dos globos, uno verde, el otro desapareció antes de que pudiera ver bien su color. Un hombre descendía por el enrejado que cubre la ventana hasta la mitad. Quise continuar subiendo la cortina enrollable, no pude, quedó atascada. En el pequeño rectángulo aparecieron dos ojos, observándome. Dos enormes y hermosos ojos claros, transparentes como el agua. No había nada más alrededor, ni arriba, ni abajo, sólo esos ojos inmensos que me daban una gran paz. Lo sentí en todo mi ser, como si un mar me cubriera y yo flotara suavemente hacia no sé qué lugar. Le pregunté su nombre, escuché: “Kal-el”, pero fue sin palabras, sólo con su mirada en la mía. 
                        Ahora le estoy escribiendo al autor del cómic para preguntarle cómo demonios llegó Súperman hasta mi ventana.




miércoles, 10 de junio de 2020

ASPIRAR A JUAN CARLOS


                       Yo tenía ocho, él nueve. Olía a jabón Palmolive, su piel blanca sonrosada y su pelo rubio con rulos eran mi debilidad. Me sentaba cerquita para aspirar su aroma a recién lavado.
                 Sus ojos celestes transparentes rara vez se fijaban en mí, pero cuando lo hacían, me achicaba en el asiento de la vergüenza. Quería hacerme invisible, mi única aspiración era aspirarlo. Hacíamos las cuentas codo con codo, un hilo invisible era el espacio entre los dos.
                  Por más que me esfuerzo, no recuerdo a los demás compañeros en esas clases particulares de media tarde, tres veces a la semana. Mi mundo era Juan Carlos y su aroma. No sé si los demás se darían cuenta de mi estado emocional, pero nunca me lo hicieron notar. Y yo vivía para esos encuentros, interminable espera durante el fin de semana hasta el lunes. Ah, los lunes… Yo volvía a nacer, me preocupaba que no me viera desarreglada, con los zapatos sucios, o alguna arruga en la pollera.
                   Jamás cruzamos una sola palabra, pero fue mi novio por dos años. Completamente enamorada.




martes, 9 de junio de 2020

LOS PATINES


Uy, qué lindo, es como volar bajito, ahora abro los brazos, vuelo, vuelo, ¡cuidado acá va la mujer maravilla, salvaré al mundo!… zás, qué susto, pobre colita, cómo duele, ¡mamaaá!
                       La próxima vez no le digo nada, sino me los hace sacar como hace un rato y me quedo sin jugar. Me la voy a aguantar solita, total duele un rato y después pasa. Mañana salgo a la vereda y les muestro a las mellizas cómo ando sobre rueditas. Se van a morir de envidia, son unas pavotas insulsas con esos moñitos en la cabeza parecen muñecas de plástico. La madre las tiene cagando, si corren les grita, ¡paren que se van a ensuciar!
Y las muy estúpidas le hacen caso, en lugar de irse corriendo y después aguantarse la paliza, porque les pega de lo lindo, yo escucho desde mi pieza cuando se arma la gorda. Pobrecitas, son tan debiluchas que si las tocás se caen. Y lo miran con esos ojos de huevo duro a Juan Ignacio cuando pasa con la bici y hace ring! Como si él se fuera a fijar en ellas. Yo lo veo mirarme de reojo, se hace el indiferente, pero bien que le gusto. La otra tarde se puso todo colorado cuando casi chocamos en la esquina. Pero lo que no sabe es que lo hice a propósito, me asomé y lo vi que venía, entonces me quedé quietita y cuando escuché los pasos me apuré y di la vuelta. Ja ja ja, ¡la cara que puso! Le queda lindo el pelo más largo…

-         Betinaaaaa! ¡Bajá de la nube y vení a ayudarme, mirá que no te compro los patines, eh!


sábado, 6 de junio de 2020

DEBEMOS TENER CUIDADO

    Lentamente, nos estamos dando cuenta de que algo pasa en medio de toda esta batalla contra el virus. Por debajo de los discursos oficiales para cuidarnos, se gesta una antinomia peligrosa. Quien preside el gobierno no es quien manda. Por algún tiempo nos olvidamos de que fue electo por su mentora para el cargo. Creímos en el relato de la buena convivencia y de la autocrítica. Las señales aparecen ahora más claras, ante la prolongación de una cuarentena que parece interminable. Los agujeritos permiten ver en el interior al monstruo. El elogio a un gobernante provincial de ininterrumpidos veinticinco años en el poder, evidentemente corrupto, reinando en medio de una pobreza extrema de sus habitantes, con excepción de su corte, fue una cachetada. El perdón de una multa millonaria a un sindicalista también millonario, otro signo inequívoco de hacia dónde estamos yendo. He vivido demasiados años de esa política para no dejarme engañar, quienes dicen que nos cuidan y nos aman, nos quieren pobres y dominados. Un mediocre gobierno anterior, que no supo manejarse con el cuidado que se debe tener ante adversarios poderosos y siniestros, permitió su propia destrucción. Ahora ya es tarde, la justicia investigará escuchas, sobornos, persecuciones, y quedarán sin resolver causas de corrupción con muchas pruebas a la vista de los actuales gobernantes. Entre los alumnos del interior que no tienen internet, se distribuyeron cartillas de estudio elogiando a líderes terroristas y condenando a demócratas. Nunca vamos a salir de la cloaca si nos conformamos con el espaldarazo y el choripán. La educación tiene una inmensa deuda con los ciudadanos de mi patria, cuando los poderosos tienen mucho dinero y conexiones, deciden los destinos de un país. 

lunes, 1 de junio de 2020

¡ESTOY SEGURA DE QUE SE MOVIÓ!

                       No quiero decir mucho delante de esta gente que no conozco bien. Más tarde te cuento, pero te aseguro que no estoy loca, el piano se movió de lugar. Imaginate que algo tan pesado cambie de espacio así como así, es impensable. Consulté con Dorita, ella me juró y recontrajuró que no lo tocó para nada, pasó la aspiradora como siempre pero no lo movió un centímetro.   Menos mal que la tengo a ella de testigo, sino cualquiera diría que tengo visiones o la edad me está trayendo delirios. Bueno, está bien, venite a casa en cuanto puedas, mañana a la tarde estoy, un beso, chau. 
                         Pasá, pasá, qué calor nó. Dame el paraguas, claro, te entiendo, ahora llueve cuando uno menos lo espera. Preparé el té, pero si querés hago unos mates. No te hubieras molestado, qué ricas son estas masitas, las compraste en la esquina. Viste las delicias que hacen ahí. No se puede creer y los precios no te matan, porque por lo general lo bueno es caro. Mirá y decime si notás el desplazamiento, siempre estuvo casi pegado a la ventana, ahora está casi en el centro de la sala, es muy evidente. Claro, claro, pero qué tiene que ver el terremoto de Chile, sí, leí que tuvimos un corrimiento del eje del planeta, pero no será para tanto nó. Vení, vamos a la cocina, así estamos más cómodas. 
                           No oís la música, de dónde viene. Qué raro, mis vecinos están afuera, esto es muy solitario cuando viajan. De dónde viene esa melodía, vení, quiero sacarme la intriga, pero no te asustes mujer, acompañame a la puerta de calle nada más, por ahí es un festival callejero de esos que arma el gobierno de la ciudad…AAAAYYYYYYYY…
                           (En medio de la sala, se ve el piano abierto y sus teclas moviéndose con gran energía, al ritmo de Bach)