Subí la persiana unos
centímetros para descubrir el amanecer. Sobre el alféizar había dos globos, uno
verde, el otro desapareció antes de que pudiera ver bien su color. Un hombre
descendía por el enrejado que cubre la ventana hasta la mitad. Quise continuar
subiendo la cortina enrollable, no pude, quedó atascada. En el pequeño
rectángulo aparecieron dos ojos, observándome. Dos enormes y hermosos ojos
claros, transparentes como el agua. No había nada más alrededor, ni arriba, ni
abajo, sólo esos ojos inmensos que me daban una gran paz. Lo sentí en todo mi
ser, como si un mar me cubriera y yo flotara suavemente hacia no sé qué lugar.
Le pregunté su nombre, escuché: “Kal-el”, pero fue sin palabras, sólo con su
mirada en la mía.
Ahora le estoy
escribiendo al autor del cómic para preguntarle cómo demonios llegó Súperman
hasta mi ventana.
Es que tú eres su Luisa Lane, preciosa.
ResponderEliminarBuenísimo cuento. Sigue, sigue. No pares de contar, que traes la inspiración contigo.
¡Un abrazote!
jajaja, sí Sara, seguro, soy la que envejeció y el sigue joven! Un abrazote!
EliminarHay que encuadernarlos, vaya maestría tienes con los cuentos. Abrazucos
ResponderEliminarGracias Ester, son chispazos que aparecen de vez en cuando, un abrazo!
EliminarExelente cuento. Un poco de creatividad en estos tiempos no vienen nada mal. Te mando un abrazo
ResponderEliminarGracias Gustavo, un poco de humor, un abrazo!
EliminarExcelente historia y un delicioso sentido del humor
ResponderEliminarPaz
Isaac
Gracias Isaac, me alegra hacerlos sonreir, un abrazo!
Eliminar¡¡Que suerte que tuviste al ver a Superman!!
ResponderEliminarLo que tenía que haber hecho es venir a mi ventana, yo le hubiese agarrado para que no se fuese.
Si vuelve a aparecer, no lo dejes ir...
Un fuwerte abrazo.
jajaja, Sí Ma de los Angeles, si lo vuelvo a ver le doy tu correo! Aunque ya no seamos jóvenes, tenemos ilusión, un abrazote!
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