Las hojas, semejantes a
grandes acelgas, se movían nerviosamente. Una ardilla, asustada, salió trepando
por los árboles más cercanos, pero no se alejó demasiado para observar a cierta
distancia qué ocurría ahí. Al fin y al cabo el viento no soplaba ese día, por
el contrario, una calma sospechosa reinaba en el bosque. Si casi no se oía el
piar de los pájaros.
Dos ciervos cruzaron
delante de sus ojos como si huyeran de alguna persecución. A partir de este
momento todo fue calma otra vez. Ya sea por aburrimiento o por cansancio, la
ardilla cayó en un profundo sueño.
Un pequeño duende, vestido de azul, salió
tímidamente de su escondite. Miró hacia todos lados e hizo señas a los demás,
que también fueron apareciendo con algún temor, sacudiendo el polvo de sus
coloridos trajes. Un murmullo llenó el ambiente, unos y otros querían hablar y
no se ponían de acuerdo. ¿Cómo despertar a la joven dormida tan profundamente?
Ninguno notó a pocos pasos a una figura esbelta y rodeada de luz que seguía
atenta sus movimientos. Cuando la discusión hubo llegado a un punto sin
retorno, ella intervino, suave y decidida. Acercando su varita al grupo de
duendes, realizó tres giros rápidos y todos ellos fueron alcanzados.
La ardilla despertó al
sentir una ráfaga de aire que la envolvía. Allá abajo, entre los matorrales, un
grupo de enanitos bailaban junto a Blancanieves.
Curiosa versión. Un beso
ResponderEliminarLa ideé para mi nietita cuando era muy chiquita y le gustaban los duendes, un abrazo Susana!
EliminarCada uno cuenta el cuento según le parece, tu versión es original y casi si le cambiamos el nombre podría ser un cuento nuevo. Abrazos
ResponderEliminarFue una versión para Sol mi nietita, le encantaban los duendes, un abrazo Ester!
EliminarUna recreación muy bonita.
ResponderEliminarFuerte abrazo.
Gracias Sara, un abrazo!
EliminarUna versión distinta, mu y lindo, beso
ResponderEliminarVersión para Sol, gracias Hanna, un abrazo!
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