domingo, 27 de enero de 2013

QUE EL AMOR, QUE LA COSTUMBRE...



Y sí, ahora estoy tranquila, si he de ser absolutamente sincera, preferiría que no vuelva nunca más. A pesar de que le dije, ésta es tu casa, en realidad quisiera que se olvidara de eso y siguiera su camino lejos de mí. Espero que tenga la suficiente dignidad como para hacerlo y nó plantearme una convivencia de arreglos y respeto por la individualidad.


No pienso hablarle sobre el tema, ella me dio la punta del ovillo y dejaré que se desenhebre solo. Un día cualquiera volveré como si nada hubiera sucedido y tendrá que aceptarlo. Le diré que no tiene que ocuparse de mis cosas, ese discurso me dejará en una posición digna y no pasaré por la humillación de arreglar detalles cotidianos incómodos e innecesarios. Cada día traerá una natural tarea realizada y lo demás se encarrilará en su momento.


En una mesa de café, la mujer y el hombre hablan pausado y casi ni se miran a los ojos. Ella acaba de decirle que se ha encontrado a sí misma en la soledad del tiempo en que él estuvo ausente y desearía poder seguir así. El comprende que está decidida y acepta resignado la derrota.

jueves, 10 de enero de 2013

TRAVESURA


                  Mi mamá recibía a su amiga y confidente, esa tarde de sábado. En nuestra casa, la cocina oficiaba de sala de visitas, el dormitorio, al otro lado del patio, a pesar de incluir una mesa de comedor y sus seis sillas, sólo estaba destinado a la convivencia familiar.

                   Era un día destemplado, el otoño ya había hecho su aparición con fuertes vientos, diseminando las hojas de parra por toda la casa.

                  La idea surgió de inmediato, chicos, a dormir la siesta. Mi hermano y yo nos miramos incrédulos, no era parte de la rutina. Pero fuimos obedientes y, para no desarmar nuestros sofácamas, nos tendimos en la amplia cama matrimonial. Al principio, charlábamos de cualquier cosa, hasta que nos ganó el aburrimiento. A un costado, sobre la cómoda, había una bolsa de talco recién comprada, sin abrir. Se nos ocurrió que podía convertirse en un buen elemento de juego y comenzamos a lanzarla de un extremo a otro de la cama. En uno de esos envíos, chocó contra el cabezal con bastante violencia y explotó como una gran piñata.

                   Todo el cuarto fue un paisaje blanco y nebuloso, como esos objetos decorativos que uno sacude y se cubren de nieve. Ni qué decir de nosotros, fantasmas sorprendidos y aterrados. No recuerdo quién gritó primero, pero la entrada de mi mamá al dormitorio hubiera merecido una fotografía, las manos en las sienes, la boca abierta, muda de ira. Lo único que no quedó blanco en nuestros tiernos cuerpecitos, fue la huella de una mano, grabada al rojo vivo.