Y sí, ahora estoy tranquila, si he de ser absolutamente sincera, preferiría que no vuelva nunca más. A pesar de que le dije, ésta es tu casa, en realidad quisiera que se olvidara de eso y siguiera su camino lejos de mí. Espero que tenga la suficiente dignidad como para hacerlo y nó plantearme una convivencia de arreglos y respeto por la individualidad.
No pienso hablarle sobre el tema, ella me dio la punta del ovillo y dejaré que se desenhebre solo. Un día cualquiera volveré como si nada hubiera sucedido y tendrá que aceptarlo. Le diré que no tiene que ocuparse de mis cosas, ese discurso me dejará en una posición digna y no pasaré por la humillación de arreglar detalles cotidianos incómodos e innecesarios. Cada día traerá una natural tarea realizada y lo demás se encarrilará en su momento.
En una mesa de café, la mujer y el hombre hablan pausado y casi ni se miran a los ojos. Ella acaba de decirle que se ha encontrado a sí misma en la soledad del tiempo en que él estuvo ausente y desearía poder seguir así. El comprende que está decidida y acepta resignado la derrota.