sábado, 30 de abril de 2011

LOS PATINES (reedición)

                                    


                        Cuando me los puse no quería soltar la mano de mi mamá, iba y venía tirándola de un lado a otro.

                         Uy, qué lindo, es como volar bajito, ahora abro los brazos, vuelo, vuelo, ¡cuidado acá va la mujer maravilla, salvaré al mundo!… zás, qué susto, pobre colita, cómo duele, ¡mamaaá!

                         La próxima vez no le digo nada, sino me los hace sacar como hace un rato y me quedo sin jugar. Me la voy a aguantar solita, total duele un rato y después pasa. Mañana salgo a la vereda y les muestro a las mellizas cómo ando sobre rueditas. Se van a morir de envidia, son unas pavotas insulsas con esos moñitos en la cabeza parecen muñecas de plástico. La madre las tiene cagando, si corren les grita, ¡paren que se van a ensuciar!
Y las muy estúpidas le hacen caso, en lugar de irse corriendo y después aguantarse la paliza, porque les pega de lo lindo, yo escucho desde mi pieza cuando se arma la gorda. Pobrecitas, son tan debiluchas que si las tocás se caen. Y lo miran con esos ojos de huevo duro a Juan Ignacio cuando pasa con la bici y hace ring, ¡chau chicas! Como si él se fuera a fijar en ellas. Yo lo veo mirarme de reojo, se hace el indiferente, pero bien que le gusto. La otra tarde se puso todo colorado cuando casi chocamos en la esquina. Pero lo que no sabe es que lo hice a propósito, me asomé y lo vi que venía, entonces me quedé quietita y cuando escuché los pasos me apuré y di la vuelta. Ja ja ja, ¡la cara que puso! Le queda lindo el pelo más largo…

-         Betinaaaaa! ¡Bajá de la nube y vení a ayudarme, mirá que no te compro los patines, eh!

jueves, 21 de abril de 2011

                                  LO INESPERADO

                     Primero de mayo, día festivo y desierto para las salidas a lugares públicos, todos descansan, ellos también. En la hora de la siesta hilvanan la charla y rememoran otros días como ese en otras épocas, tantos años juntos, tantas anécdotas compartidas…

                       Ella se ofrece a preparar un mate, que sea con tortas fritas, negra, dice él. Claro, la lluvia, miró hacia fuera, el cielo encapotado, la llovizna persistente…

                       Con la rapidez de la experiencia en la elaboración de su especialidad, en media hora ya están degustándolas, junto con el mate. Qué buenas, vieja, no perdés la mano, ella sonríe, cuántos otros días como ese…

                        Los chicos ya tienen su vida, ahora les toca a ellos, planea mentalmente los viajes que le propondrá, recorrer el país, los lugares que nunca visitaron…

                        Ah, vieja, quería hablar con vos de un tema. Ella se ilusiona, se me adelantó…

                         Mirá, hace ya un tiempo mantengo una relación con alguien, y me parece que tiene futuro, como ahora estamos grandes, los chicos no se van a perjudicar si nos separamos, ¿qué te parece? 

                          

domingo, 17 de abril de 2011


                   Mi papá tenía varios primos y primas, entre ellos recuerdo a la tía Antonita, porque llegaba siempre acompañada de ruiditos en su panza. Era muy bajita y rechoncha, y continuamente se tomaba el vientre con sus manos disculpándose por la inoportuna interrupción en las conversaciones. Por supuesto los más chicos no disimulábamos las risas, ante la mirada ceñuda de los grandes a nuestro alrededor. Murió joven, quizás se cansó de disculparse. Otra prima, a la que nombrábamos así, la prima María, era muy expansiva, hablaba con grandes ademanes y en voz muy alta. En una ocasión y a raíz de una intervención quirúrgica, tuvo que guardar reposo durante un tiempo y allá íbamos con mi mamá los fines de semana para ayudarla, alternando con otras integrantes de la familia. Entre almohadones, dirigía las tareas de limpieza, cocina, lavado y planchado. Las cuerdas vocales no se habían visto afectadas por la operación. Francisquito, otro primo, era alto y algo jorobadito. Tenía una nariz larga y puntiaguda, con mi hermano le decíamos Pinocho, y una voz aflautada. Con estas cualidades, se había casado con una chica muy bonita, Inesita, de modales suaves, algo nerviosa y con un leve estrabismo que le iba bien con su estilo. Francisquito había instalado una imprenta en la parte delantera de su casa y ahí pasaba la mayor parte del tiempo. El primo Roberto, no confundir con el tío de Pedro Goyena, era plomero. Trabajaba en una empresa y hacía reparaciones a domicilio. Tenía fama de ser muy bueno y de tener una mujer muy mala que no lo dejaba vivir tranquilo. Circulaban rumores de separación que no se concretaron. O bien Roberto la consiguió domar a la brava, o bien ella lo domó a él. Había otro Roberto, el papá de Beba y Juan Carlos, este último el que llevara a los cabarets al primo diferente. Eran los más blanquitos y rubios de la familia y tenían un semblante algo bovino de origen desconocido. Huían del sol como vampiros, su piel era muy sensible. Beba siempre estaba contando cómo se había pelado por estar apenas unos minutos al sol. Era muy tranquila y reservada y pudo casarse con quien fuera su único amor, luego de que él enviudara, convirtiéndola en mamá de un varón de la anterior esposa. En  una charla entre ella y mi tía Rosa, la hermana de mi papá, le manifestó la sospecha de que él se había casado para que le cuidara al hijo. Parecía muy desilusionada y mi pensamiento de ese momento fue, pobre, tanto esperarlo, para qué. Con los años tuvo un hijo propio. Nunca supe si pudo cambiar de idea.

miércoles, 13 de abril de 2011

                     Los domingos en que lo invitaba a comer al mediodía, él llegaba con su infaltable paquetito, costumbre tana que siempre copié. Nos sentábamos y de inmediato mis hijos, mi marido y yo la emprendíamos fervorosamente con la pasta del día. El, en cambio, se tomaba su tiempo, partía trocitos de pan, comía muy despacio y saboreando la comida. Cuando nosotros ya estábamos por dejar el plato vacío, nos insistía para que no lo esperáramos, que siguiéramos adelante con el menú. Esa manera de ser, esa humildad de proceder, me emociona cada vez que lo recuerdo. Nunca quería molestar, si lo estábamos llevando de regreso a su casa luego de una salida familiar, se quería bajar en cualquier esquina donde un colectivo lo acercara. Su única debilidad eran las chicas, de cualquier edad y color. Los ojitos le brillaban si alguna andaba cerca y no sabemos cómo conquistaba de vez en cuando a alguna candidata que luego lo acompañaba por un tiempo en su diario vivir.  Era un tímido Don Juan, pero Don Juan al fin. Y a veces constituía un problema, porque no toda la familia coincidía con sus gustos a la hora de elegir. Una sola vez me negué a que nos visitara con su ocasional compañía porque se trataba de la comunión de uno de mis hijos. Quizás el fervor religioso se me había contagiado, pero luego lamenté haberlo hecho, él fue más cabezadura que yo y no concurrió. En lo sucesivo acepté su manera de ser con la comprensión que dan los años. Viéndolo ahora con la lejanía de su ausencia y la de mi mamá, creo que él logró ser más feliz a pesar del dolor que tuvo que atravesar. Porque vivió como quiso y eso no tiene precio. En cambio mi mamá luchó siempre por algo más pero no se hacía el tiempo para disfrutarlo y a la larga eso la desgastó. Es curioso el valor que las personas dan a los logros. A la luz de los acontecimientos mi mamá parecía una triunfadora, pero el que realmente supo valorar la vida fue él. Aunque tuvo que sobrellevar una enfermedad, lo hizo de una manera muy digna y cuando ya no estuvo dejó una huella imborrable en la memoria de quienes lo conocieron. Por distintos motivos mi mamá también lo consiguió, con la diferencia que ella no alcanzó su propia felicidad.
                   Tengo un portarretrato de los dos en la casa de fotos el día de su casamiento. Ahí van a estar juntos siempre aunque la vida los haya separado todavía jóvenes. Porque pienso que las parejas quedan unidas por un hilo invisible a pesar de las diferencias, cuando el destino los hizo elegirse alguna vez.
                  

domingo, 10 de abril de 2011

SESENTA Y CINCO!!!!

Hoy cumplo sesenta y cinco, y los voy a festejar en un pelotero, es que mi sobrinito nieto lo festeja este mismo día, cumplió en la semana, y no me lo puedo perder. De paso amplío la reunión con todos los que no iban a poder estar por este mismo motivo. Este cumpleaños va a ser entonces muy especial, ya recibí varios saludos por los distintos medios que nos da la modernidad, estrené dos de los regalos recibidos y espero ansiosa la reunión para los que faltan, ja ja ja. (Sé que uno son libros!!!!) Los saludo a todos los que me siguen por acá y les deseo un feliz domingo, como el mío.

domingo, 3 de abril de 2011

         Al lado de casa vivía Sarita, una maestra que se hizo amiga de mi mamá y gracias a la cual no se sintió tan sola. Muchas veces las veía conversar bajito haciéndose confidencias, cuando yo me acercaba me hablaban a mí. Mi mamá se preocupó siempre porque tuviera mis libros de cuentos para leer, cosa que me fascinaba. Y Sarita era la consejera para las compras y también la promotora de hacerme dar libre primero inferior. Ella me enseñó los primeros garabatos y luego las letras. Así que yo, a punto de cumplir los seis años, era la más joven de primero superior. La falta de madurez no se notó hasta el final de la etapa primaria y el comienzo del secundario, adonde llegué antes de cumplir los doce. Entonces tuve que recibir clases de apoyo de la misma Sarita, que tenía en su casa alumnos particulares por la tarde. Eramos un grupo de seis o siete, según la rotación, pero el que nunca faltaba era Juan Carlos, un vecinito de pelo rubio y ojos azules, se sentaba a mi lado y me deleitaba con su fragancia a recién lavado con jabón Lux. Sarita era muy severa con la disciplina y tenía preparado un bonete de burro con orejas de piel para el que charlara. Una tarde vino una mamá a hablar con ella, entonces nos previno que trabajáramos en silencio, de lo contrario saldríamos todos al pasillo con el gran bonete. Nunca pude perdonarle el que me obligara a salir a mí también, siendo que había permanecido muda para no tener que sufrir el castigo. El papá de Sarita tenía taxi, era un Chevrolet de color azul oscuro. Los fines de semana nos llevaba a pasear a mi hermano y a mí en la época en que mi mamá y mi papá trabajaban. Ibamos a Ezeiza, a la Salada, y no recuerdo a cuántos lugares más. Esos paseos aliviaban nuestras penas. Don José , su esposa, Doña Tomasa y Sarita eran como abuelos y tía postizos, pero más cariñosos. Dentro de nuestra familia, las demostraciones de afecto no eran frecuentes, salvo mi mamá, el resto era distante. Eso no quería decir que les fuéramos indiferentes, se ocupaban de nosotros de distintas maneras. Con mi tío Juan aprendí a bailar el fox-trot y el baión, el tango nunca pude aprenderlo, me costaba mucho seguir los pasos. Mi tía Rosa fue mi compañera de cine, y ya en la adolescencia se animó a llevarme a una casa de té y baile de mayores, yo representaba más edad. Cuando algún compañero bailarín me preguntaba cuántos años tenía, yo contestaba dieciocho, siempre. Creo que tuve esa edad durante tres años más o menos.

sábado, 2 de abril de 2011

                                TECLEANDO CUENTOS

              
               No voy a decir que no soy escritor, no, soy, y uno muy bueno, pero parece ser que nadie se dio cuenta todavía. Me pongo a trabajar temprano en la mañana, tomo unos mates, a veces hay bizcochitos, cuando la gorda está de buenas, sino, amargos y el agua tibia, señal de tormenta en el horizonte. Ella se queja siempre, que si cuándo vamos a ganar plata con eso que hacés, que si te la pasás tomando mate todo el día, que lo de acá, que lo de más allá. Cierro la puerta para no escucharla. Peor se embronca, grita por los pasillos mientras se va a trabajar, qué se creyó el vago este, lo mantengo desde hace años, ya me tiene cansada con sus famosos cuentos, cuentos son los que me hace a mí, el muy desgraciado…


                 “La noche invita a caminar las callecitas sombreadas y tibias”,, ah, qué frase, esta la guardo. Si tuviera una computadora sería más fácil, pero si le digo a la gorda que saque un crédito para comprarme una, me mata. Ya me la imagino, no, mejor no me la imagino. “El farol apenas alumbra la esquina, en cuanto uno dobla, ya la oscuridad lo envuelve otra vez” .. esta está buenísima, que inspiración mamita! Hoy estoy afilado, ja, cuando vuelva la gorda le leo estos párrafos a ver si la ablando un poco. Sería bueno que le dedicara alguno a su belleza, bue, esa de hace veinte años, cuando la conocí. Yo no sé qué le pasó a esta mujer, si al lado mío la vida es una panacea, qué palabra esta, no, también la guardo.