viernes, 27 de septiembre de 2013

ODA A ENRIQUE

Anoté su teléfono en mi celular en cuanto lo conocí y comprobé sus aptitudes incomparables.

                     Cuando me comunico, de inmediato contesta mi mensaje, “tal día, tal hora, estoy ahí”, son sus palabras acostumbradas.

                     No sé que haría si algún día me faltara.

                    Todos los que  conocí antes de él, ya no existen.

                     Enrique, único incomparable, ¡mi plomero gasista matriculado!

viernes, 20 de septiembre de 2013

Y FUE AHÍ CUANDO EL HILO SE ROMPIÓ

                       Había terminado mi pequeño discurso, como si alguien me lo dictara, dije palabras precisas pero muy directas, claras, concluyentes. Y fue en ese mismo instante cuando me di cuenta de que el hilo se había cortado para siempre. Mi sorpresa fue tan grande como mi dolor. Y es que yo creía que las personas que cortan una relación quedan unidas para siempre por un hilo invisible, pero no, estaba equivocada. Suele suceder que el desencanto actúa como el filo del acero y nada queda en pie. Y no tiene que ver con alejarse de mal modo, ni con dejar de hablarse. Una familia armada con tantos años de unión no se acaba porque la pareja ya no se ame. Pero aquel sentimiento de cercanía a pesar de algunas distancias espaciadas en el tiempo ya no estuvo más.
Aquella sensación de sentirme cuidada, protegida, a pesar de esos alejamientos temporarios, desapareció como un barrilete que sube y sube coleando en las alturas, y de pronto se lleva también el ovillo y nos deja las manos vacías. Hoy tuve la necesidad de expresarlo en palabras.

sábado, 7 de septiembre de 2013

MIS PLANTAS ME ESPERAN

                   La semana pasa rápido, cuando llego a mi casa las plantas son lo primero que miro, corro el cortinado y las observo con cuidado, temerosa de que se hayan marchitado, pero no, están ahí, soportando valientemente la falta de agua, mi hijo no se detiene en ese detalle y ya no le pido que las riegue. Hasta una singular cala dio dos flores juntas, milagro que no esperaba. Agradezco en silencio y voy echando el agua con prudencia para que el encargado no me toque el portero eléctrico preguntando por la catarata. Y es que los horarios a veces no coinciden con el reglamento, qué le vamos a hacer, para eso soy totalmente ilegal. Mientras lo hago voy quitando alguna hojita seca, reacomodo la distancia entre una y otra, son apenas seis pero conforman todo mi jardín en una esquina protegida del balcón, donde no hay ni demasiado sol ni tampoco el viento les da de lleno. Continúo mirándolas un rato, hay personas que les hablan, lo mío es muda contemplación y orgullo medido, ha habido veces en que una exagerada vanidad resultó fatal para alguna. Pienso en el tiempo en que mi mamá era la guardiana de mis canteros y semanalmente se ocupaba de su cuidado. La rebeldía ante su partida me llevó a dejarlos en la calle, pero mis hijos varones fueron supliendo esa falta mía con regalos en fechas como mi cumpleaños o el día de la madre. Como si me dijeran, acá estamos, para que siga presente.