Cuando yo era chica, la rosca era la de
Reyes o la de Pascua. Los tiempos cambian, ahora se la llama rosca política a
los acuerdos, y agrego, entuertos, que hacen los diferentes partidos para
conseguir lo que necesita cada uno. Mis conciudadanos asisten azorados a los
grandes cambios de algunos candidatos, ayer insultaban al contrario y hoy son
grandes amigos. Estamos metidos en un brete complejo, no sabemos quién es
quién, y ya se sabe que en el cuarto oscuro todos los gatos son pardos. Por otra
parte, y como complemento a tanto dislate, pronto estaremos ante las famosas
PASO, elecciones internas en las que estamos obligados a votar, pero con la
sorpresa de que ¡no hay internas! Entonces se presenta la disyuntiva, ¿para qué gastar millones en algo innecesario?
Ayer mismo, un funcionario declaró que solo se pueden suspender si se vota en
el Congreso. Bueno, ¿qué harán los muchachos de la oposición que son mayoría
para aprobar la ley? Por supuesto, pedir algo a cambio, ¿“y nosotros qué
ganamos con eso”? Una medida acertada del gobierno sería adelantarse al tema.
Proponer invertir el gasto que se ahorra en algo bueno para todos. Por ejemplo,
depositar en el ANSES, jubilados, el dinero para pagar los juicios pendientes y
hacer justicia rápida. Y por el otro lado, quitar un impuesto extorsivo, como
el que se aplica al cheque. Firmar ese acuerdo con todos los sectores,
realizarlos sin dilación y zanjar la
discusión con una buena decisión. Me salió un versito. Si esto fuera posible,
no estaríamos en la Argentina que conocemos, pero un destino mejor hasta le
podría cambiar el nombre.