Esta frase vino a mi cabeza cuando meditaba sobre la conocida falta de profundidad en los sentimientos, que nos envuelve en estos tiempos acelerados que vivimos. Y pensaba, si alguien me pregunta por qué se rompen parejas tan a menudo, les diría, no fueron directo al hueso, al corazón de la otra persona. Ante la tamaña facilidad de llegar rápidamente a las relaciones carnales, no se dan tiempo para conocerse y aceptarse en toda su integridad. Cuando uno logra ver la esencia de quien tiene a su lado, es muy difícil tirar todo por la borda sin tratar de arreglar los diferentes conflictos que surgen en la convivencia. Ese enamoramiento encandilado dura tan poco como sus relaciones.
Mi noviazgo duró apenas seis meses. El cariño que fue creciendo en el tiempo arregló muchas veces los entuertos, quizás no hice todo lo que debía, reparar el maquillaje no es lo mismo que cirugía reparadora. Pero mi responsabilidad termina donde empieza la del otro. Y es muy difícil que dos personas sientan y piensen igual en determinadas circunstancias. Entonces hay que aceptar y tomar decisiones.
Sin embargo, mirando hacia delante, tengo esa esperanza, que de toda esta época volátil y facilista se rescate esa lección.