domingo, 16 de marzo de 2014

DIRECTO AL HUESO

                        Esta frase vino a mi cabeza cuando meditaba sobre la conocida falta de profundidad en los sentimientos, que nos envuelve en estos tiempos acelerados que vivimos. Y pensaba, si alguien me pregunta por qué se rompen parejas tan a menudo, les diría, no fueron directo al hueso, al corazón de la otra persona. Ante la tamaña facilidad de llegar rápidamente a las relaciones carnales, no se dan tiempo para conocerse y aceptarse en toda su integridad. Cuando uno logra ver la esencia de quien tiene a su lado, es muy difícil tirar todo por la borda sin tratar de arreglar los diferentes conflictos que surgen en la convivencia. Ese enamoramiento encandilado dura tan poco como sus relaciones.

                        Mi noviazgo duró apenas seis meses. El cariño que fue creciendo en el tiempo arregló muchas veces los entuertos, quizás no hice todo lo que debía, reparar el maquillaje no es lo mismo que cirugía reparadora. Pero mi responsabilidad termina donde empieza la del otro. Y es muy difícil que dos personas sientan y piensen igual en determinadas circunstancias. Entonces hay que aceptar y tomar decisiones.

                         Sin embargo, mirando hacia delante, tengo esa esperanza, que de toda esta época volátil y facilista se rescate esa lección.


domingo, 2 de marzo de 2014

TRISTEZAS DEL CARNAVAL

                          A dos cuadras de mi casa, un centro cultural hace su festejo de carnaval desde hace algunos años, ahora reducido a solo dos noches, tal vez por la escasa cantidad de público, que ya no aparece en cantidades para acompañar al desfile de murgas.

                           Leí en algún diario que en casi todos los corsos de barrios se ve más gente en las comparsas que debajo de los escenarios. Y creo que es así, desde mi balcón ya no se visualiza el humo de los chorizos o hamburguesas, deleite de mi hijo menor que corría a buscar los sándwichs carnavaleros en cuanto llegaba el olorcito inconfundible. La primera vez que sucedió tuve que guardar la cena ya preparada, se me presentó con sendos chorizos humeantes imposibles de rechazar.

                           El carnaval de antaño era una alegría incesante, las familias concurrían con sus disfraces coloridos para participar en los concursos, había papel picado, cintas, pomos de agua perfumada. Innumerables grupos brindaban sus canciones, el buen humor era su bandera. Ya no se ven mascaritas, la espuma es utilizada en forma agresiva, y los concurrentes caminan desorientados de acá para allá entre número y número.    

                            Los que pueden desplazarse, viajan a los distintos lugares del país donde las comparsas profesionales realizan lujosos espectáculos y las carrozas se lucen en todo su esplendor. Pero ese ya es otro tema. Ahora hay como una sensación de tristeza instalada, quizás más de uno espere que pasen rápido estos carnavales para no tener que fingir un entusiasmo que ya no existe.