El hombre llegó arrastrando
los pies y se sentó a beber, casi no se lo escuchó hablar. Su portafolios,
viejo y raído, reposaba en el piso, cerca del mostrador. Dejaba pasar las horas
con el vaso en la mano, a veces agitaba el aire hasta encontrarlo y bebía
insaciable.
El dueño del boliche lo
llenaba de nuevo, como atento a una orden predicha, un acuerdo entre los dos.
De a ratos lo observaba de reojo, calculando cuándo caería inconsciente.
Pensaba, “otro más para el fiado, mejor le voy cobrando ahora para no perder
todo después”. Le llamaba la atención que de vez en cuando girara la cabeza
hacia la escalera. Su mujer llegaría de un momento a otro, no le gustaba
madrugar. Se miró las manos, las manchas delataban la edad, años y años la
misma rutina, sin cambio en días y noches, ¿para qué? En el pueblo estaban
habituados a entrar y olvidarse del mundo, algunos jugaban a los dados, otros a
las cartas, la mayoría, simplemente se ponía a tomar hasta que había que
ayudarlos a llegar hasta sus casas. Estaba tardando demasiado, tendría que
subir a despertarla. Dos años atrás llegó como de paso y se quedó. Mejor dicho,
él la había hecho quedar, en cuanto la vio, se enamoró. Después, el tiempo hizo
el resto; al parecer, no la esperaban en ningún otro lugar y por comodidad o
gratitud, seguía ahí. Se daba cuenta de que no lo quería, pero era casi feliz
sintiéndola cerca. Todo no se puede tener.
Levantó la vista, ella
bajaba por la escalera distraída, arreglándose el pelo. Cuando estuvo a su
lado, rozó su mejilla y le dijo, como siempre, “andá a descansar, ya estoy yo”.
El la retuvo un momento, aspiró su aroma a recién bañada y luego se fue yendo
despacio. No había llegado al primer escalón cuando un estampido a su espalda
lo paralizó. Al darse vuelta la vio tendida, la sangre comenzaba a rodearla. El
borracho, sostenía en su mano vacilante el arma, todavía humeando.
Imoppresionante. Un beso
ResponderEliminarUna musical, diría mi hijo, un abrazo Susana!
EliminarUf... muy trágico.
ResponderEliminarExcelente giro, nunca lo hubiera sospechado. Y nos dejas imaginando quién y por qué.
¡Un gran abrazo!
Yo sospecho que el forastero era el hombre que la había perdido, Sara, y cuando la encontró, pum! jajaja, un abrazote!
EliminarUn final inesperado y triste... como ese no se puede tener todo que nos escribes... será así?
ResponderEliminarPaz
Isaac
Sí Isaac, y el forastero no lo pudo aceptar, cuando el amor no es correspondido hay que dejarlo ir, un abrazo!
EliminarMuy bueno. Y sorprendente final. Exelente. Te mando un abrazo
ResponderEliminarMe imaginé que te iba a gustar, un abrazo Gustavo!
EliminarUn poco triste el final pero...
ResponderEliminarNo te preocupes si vuelves a repetir, yo lo estoy haciendo también, pues los seguidores de hace años, no son los mismos que ahora y como en es caso, yo no había leído este bonito cuento tuyo. Por lo tanto, disculpas aceptadas.
Un fuerte abrazo
Cuando empecé el blog, gracias a una amiga, Magú, que me dio el empujón, publiqué un montón de relatos que tenía de muchos años, así que perdí la noción de lo que presenté. Esta historia me fue pedida para un film de cortometraje por un coordinador de taller literario y cine hace tiempo ya. Para mí fue un orgullo, dado que hasta entonces no había recibido ninguna devolución por mi trabajo. En fin, es una historia de ficción, un abrazote Ma de los Angeles!
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