Cuando tenía algo más
de seis años, pasaba mucho tiempo en el patio trasero, jugando o leyendo
cuentos.
Detrás de mí, sobre
el techo de chapas que correspondía a la cocina del abuelo, dormían al sol los
zapatos de mi tía que vaya a saberse el por qué, ella dejaba ahí, abandonados.
Alguna que otra vez, subía con la escalera de madera y estirándome con cuidado
alcanzaba a bajarlos, aunque de pares diferentes, nunca estaban juntos a mano.
Me daba unos buenos porrazos andando en las alturas por un buen rato, hasta que
alertados por el taconeo, aparecía alguno de mis tíos a llamarme la atención.
De todos modos, no era nada placentero calzarlos, estaban tan endurecidos que
lastimaban mis pies. Cuando crecí, olvidé preguntarle a mi tía para qué los
dejaba en ese lugar, en lugar de tirarlos a la basura. Y ahora ya es tarde,
murió delirando persecuciones. Fue una mujer hermosa, tuvo infinidad de
pretendientes pero con ninguno logró formar una familia. Quizás esa no era su
ambición, recuerdo muy bien un último contacto telefónico. Al llamarla para
reunirnos en Navidad, su respuesta fue lapidaria. “Para qué? Tengo que gastar
en regalos, ustedes son un montón y yo sola para todos.” No estaba lejos de la
verdad, pero nunca entendió que no queríamos regalos, sólo compartir los
festejos con la familia. Eligió a su hermano menor para continuar ligada al
resto. Y hacía periódicos viajes a San Miguel, donde él vivía, reprochándole
que no la visitara más seguido. Él y una antigua amiga, fueron su compañía. Los
sobrinos y nuestra prole no participamos de sus últimos años, aceptamos su
decisión, que mantuvo firme hasta el final.
Ponerte sus zapatos, lo hiciste. Pero ponerte en sus zapatos, no tuviste manera de hacerlo. Esperemos que haya sido feliz esa hermosa mujer que eligió estar sola.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Fue una buena tía por mucho tiempo, en mi niñez hacía mis labores de costura de la escuela y sacaba 10 gracias a ella. Luego fuimos compañeras de salidas y tuve oportunidad de ayudarla cuando lo necesitó, pero algo le hizo un clic en su cabecita y apagó su luz, en fin, cosas de la vida, un abrazo Sara!
EliminarDecisiones incomprensibles, que ya no se pueden indagar. Un abrazo
ResponderEliminarSí Ester, esas cosas que no se tratan debidamente en su momento y devienen luego en situaciones dolorosas, no siempre se puede arreglar lo descosido, un abrazo!
Eliminar¡Por qué los zapatos de los adultos ejercen tanta atracción en los niños pequeños? Parece algo muy frecuente.
ResponderEliminarBesos
Porque queremos ser grandes! Y luego al llegar queremos ser niños otra vez muchas de las veces, un abrazo Rita!
EliminarMientras leo tu entrada, la nieta menor taconea en el piso de arriba con los zapatos de la abuela.
ResponderEliminarBonitos recuerdos con algo de tristeza.
Un abrazo.
Eso es algo que no cambió en el mundo moderno, las nenas quieren subirse a los tacos! Como todo en la vida, una de cal y otra de arena. Un abrazo Rafael!
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