domingo, 16 de mayo de 2021

MI PRIMO HÉCTOR

                                 Era el gran animador de velorios. No se perdía uno y se dedicaba a contar anécdotas de su vida diaria con tanto entusiasmo y gracia que uno nunca sabía si eran verdaderas o agrandadas producto de su imaginación.  Esa época pasó, no se sabe si porque ya no están todos los que tenían que partir y la vida se alargó a la espera de los que van a llegar al límite en algún momento, o porque las casas velatorias imponen otras conductas más circunspectas y no dan lugar a reuniones coloquiales diversas.  En cambio, nos fuimos encontrando en los cumpleaños con pelotero de los sobrinos nietos, y tratábamos de conversar por sobre el ruido de los parlantes y el ir y venir de los chicos y sus circunstancias. Resulta algo difícil escuchar claramente, entonces nos acercamos e intercambiamos alguna que otra palabra y hacemos como que entendimos todo para no perturbar la sordera del otro y hacerle repetir lo dicho. Su antigua máquina de fotografías registra imágenes grupales que más tarde me envía por correo con el emblema: contenido frágil. Al día siguiente, llega el llamado telefónico infaltable de su parte para hacer la crónica de la reunión, siempre con sus críticas mordaces que lo han llevado a alejarse del resto de la familia. Muchas veces pienso que su soledad lo hace querer enemistar a sus allegados para que tengan sus mismos sentires y verse acompañado. Parece un contrasentido, pero creo que es su único interés, de otro modo no se entiende su proceder belicoso. Ahora hablamos en fechas especiales por watsap, pero cuando quiere saber algo que otros le niegan, me llama para sonsacar información. Los años me han permitido tener una mirada piadosa para su situación, entonces hago malabares, hablo de otros temas e introduzco salidas humorísticas, así todo se desliza más amablemente y nos despedimos en paz.