Como
casi todos los días de los últimos tiempos buscaba un lugar para continuar
viviendo. Ya lo habían echado tantas veces de los que iba encontrando, pero
siempre lograba acomodarse y dormir unas horas, hasta que la luz del amanecer
lo despertaba. Y de nuevo andar de acá para allá con sus bolsas, dejando pasar
las horas, a la espera de la definitiva.
Una
noche sus pies tropezaron con algo; miró con atención el largo cuerpo tendido.
La sangre, todavía fresca, formaba un gran charco alrededor. Escapó de ahí a
toda velocidad. Casi sin aliento, se dejó caer en un umbral, que cálido y
oscuro, le dio abrigo. El vocear de un canillita lo despertó. Sacó unas
galletas y mientras reconstruía en su mente el hallazgo de la noche anterior,
las masticó con dificultad, ya estaban demasiado duras. Caminó despacio hacia
el quiosco de diarios y observó con atención los titulares; la gran fotografía
representaba esa escena en su memoria. Un calor insoportable lo apuró a recoger
sus bolsas y alejarse. No fuera cosa que le endilgaran el cadáver, tal vez
alguien lo hubiera visto merodeando. Le convendría llegar rápido a la estación
y subirse a un tren de los que salían para el interior.
La sirena de un patrullero sonó muy cerca.
Las bolsas se desprendieron de sus manos, quedó paralizado por unos segundos,
antes de salir corriendo, sin rumbo. La parte baja de la autopista le dio
refugio y descanso; miró en todas direcciones y se desplomó en un rincón.
Respiraba agitado; un rayo de sol, de lleno en su cara, lo deslumbró por un
instante. Las manos vacías mostraban que una parte suya había quedado en sus bolsas, en algún lugar.
Qué triste, pero qué maravilla de relato, te felicito, hermana.
ResponderEliminarGracias hermanita! Un abrazote!
EliminarTus relatos son, siempre, tremendamente intrigantes, vivos, mantienen en lo alto la expectación y con un final acorde a lo que nunca se insinúa durante la redacción.
ResponderEliminarBravo, María Cristina.
Gracias Enrique, tengo que poner a trabajar la imaginación para que no quede atrofiada! Un abrazo!
EliminarPobre hombre. Un beso
ResponderEliminarEl vivir en la calle lleva a perderse, un abrazo Susana!
EliminarTan hermoso como duro y triste, lo vas desgranando y metiéndonos dentro del relato. un abrazo
ResponderEliminarGracias Ester, una dura realidad para alguna gente, un abrazo!
EliminarEs una realidad triste que día a día golpea a tantas personas. Te mando un beso.
ResponderEliminarGenial relato. Es una realidad triste que día a día golpea a tantas personas. Te mando un beso.
ResponderEliminarGracias Judit, tal cual, es así, un abrazo!
EliminarMagistral relato que engancha con un final acorde con la tristeza del personaje.
ResponderEliminarDesgraciadamente, la vida suele mejorar la imaginación. Y eso sí que es, en verdad, triste.
Un beso.
Lo decís claramente, Juan, la vida resulta más dura que lo que uno imagina para muchas personas, gracias, un abrazo!
EliminarHaces que sintamos su angustia y desamparo. Pobre hombre, que es uno más, de los muchísimos que corren con esa misma suerte. ¡Estupendo!
ResponderEliminarGran abrazo, Cristina!!!
Es triste salir a la calle y verlos perdidos, gracias Sara, un abrazote!
EliminarInteresante relato con un final incierto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Vaya a saber uno qué los llevó a esa situación, gracias Matías, un abrazo!
EliminarEn casi todas las ciudades los hay. Aquí los tenemos, lamentablemente en muchos casos no aceptan ir a un refugio y mueren de frío.
ResponderEliminarBesos Cristina
Veo a chicos jóvenes que llegan en una camioneta con víveres y los ayudan, pero es verdad que no quieren ir a ningún lugar de amparo, gracias Norma!
EliminarMe ha dado mucha pena esta persona, y lo malo es que hay muchas como él. No se que tendrán los refugios de las Comunidades que no quieren ir.
ResponderEliminarEsperemos que no ocurra muy a menudo.
Un abrazo.
Muchos dicen que les roban, pero qué les pueden robar? Otros no se adaptan a las reglas de higiene, en fin, es triste, un abrazote Ma de los Angeles!
EliminarCada vez escribes mejor, sinceramente te felicito pues te he visto crecer
ResponderEliminarPaz
Isaac
Gracias Isaac!!! Un abrazo grande!
EliminarEstimada amiga María Cristina, quería mandarte un correo, pero no encuentro ningún dirección de e-mail.
ResponderEliminarEl mío es sarabiajt@gmail.com, mándame cualquier cosa.
Muchas gracias y recibe un afectuoso abrazo con todo mi cariño.
Hola Juan! Ya te envié correo, por ahí tenés que buscarme en correo no deseado porque no estoy en tus contactos! Un abrazo!
EliminarUn relato buenísimo e impactante, triste realidad de tantas personas desamparadas. Te dejo un beso
ResponderEliminarGracias Hanna, un abrazo!
EliminarFuerte y cariñoso abrazo
ResponderEliminarPaz
Isaac
Un abrazo Isaac!
Eliminarcomo un respiro de violin leí las lineas notas de tan
ResponderEliminarimpecable relato del principio a fin...y áun parece que
soy complice al teñir mis yemas con el pástico , Maria
Cristina enhorabuena otoñal , tu amigo . jr.
Gracias por tus poéticas palabras, José Ramón, un abrazo!
EliminarSí, un relato interesante. Y muy real.
ResponderEliminarY como dice Juan L. Trujillo: "...la vida suele mejorar la imaginación."
No es una frase genial? Gracias Ernesto, un abrazo!
Eliminar