sábado, 26 de julio de 2025

Y FUE EL DESTINO

 

          Hoy sería la esposa del diplomático uruguayo Enrique José Vidal Gutiérrez si él me hubiera amado. Pero no fue así. En cambio, viajé a África en una misión sanitaria y aquí vivo desde hace varios años. No puedo decir que soy infeliz con mi destino. Contraje matrimonio con un jefe tribal, con quien en un principio manteníamos acaloradas discusiones y que pasado el tiempo se convirtieron en acalorados encuentros. Tuvimos varios hijos, algunos con su piel oscura y mis ojos azules. Ahora ya son hombres y tiene sus propias familias. Cada atardecer bailamos al son de los tamboriles y rendimos homenaje a nuestro dios y benefactor, Unkulunkulu. No extraño nada de mi vida anterior, es como si hubiera estado predestinada a participar de ritos y ceremonias, y que gracias a mi posición de esposa de un cacique, el trato es preferencial y respetuoso. Lo mismo que si hubiera sido la mujer del tonto diplomático que me perdió.