Las
industrias Robotech S.A. nos crean con apariencia humanoide y diferentes
habilidades, de acuerdo a la solicitud de los clientes. Estamos los cultos, los
asistentes de hogares, los instructores de deportes, los cuidadores de niños,
etc. Un año atrás, el matrimonio Smith llegó en busca de un reemplazo de su
hijo adolescente, se había ausentado por estudios y lo extrañaban
horriblemente. Adaptado para tal fin, me integré al hogar familiar, al
principio para gran alegría de ellos. Con el correr del tiempo noté una
frialdad en el trato, ya no conversaban conmigo ni departíamos sobre diferentes
temas. No comprendía el motivo, yo los trataba con respeto y consideración, era
ordenado, juicioso, en fin, un modelo de robot. Puesto a investigar, busqué
libros en la biblioteca que me orientaran. Fue así que encontré la solución.
Una mañana desperté quejoso, malhumorado, dejé abierta la puerta cancel y
Sultán salió corriendo y ladrando, causando gran alboroto en todo el barrio.
Mis ropas en completo desorden tiradas por el piso de mi cuarto, a altas horas
de la noche aporreaba el piano acostumbrado a Chopin y Bach, remedando a ICDC,
RIFF, y otros de igual tendencia. El cambio que logré fue sensacional, se
volcaron completamente a mi atención, preocupados por mis habituales
berrinches, se acercaban con propuestas de paseos, excursiones,
entretenimientos. Me había convertido en un clon de su propio hijo. Hoy puedo
decir con entera convicción, ya no soy un robot.
Un robot que sabe aplicarse. ;)
ResponderEliminarUn abrazo.
Y que ya no se cree robot! jajaja, un abrazo Alfred!
EliminarSeguro que el Robot se inspiró en el cuarto de mi hijo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
jajajaja es un adolescente! Un abrazote Ma de los Ángeles!
EliminarQue curioso relato, una historia donde tu inventiva se viste de gala, me ha gustado y te felicito por lo original y lo bien redactado que está. Abrazos
ResponderEliminarEster, tu comentario entró al correo pero no llegó al blog, ya sabemos que blogger es el responsable, paciencia, gracias por los elogios, un abrazo!
ResponderEliminarUn relato muy bueno. Un beso
ResponderEliminarGracias Susana, un poco de ficción, un abrazo!
EliminarInquietante "futuro"... para algunos modernistas!
ResponderEliminarMientras crezcan amapolas en el campo, todo irá bien!
Abrazos Cristina.
La naturaleza sigue su curso, no temáis! jajaja, un abrazo Ernesto!
EliminarSaludos María Cristina, asombroso cambio...Jejeje
ResponderEliminarDios te bendiga siempre.!!
Un cambio de humor! Un abrazo Marian!
EliminarQue maravilla, me encanta cuando escribes esas cosas
ResponderEliminarPaz
Isaac
Otra vez blogger haciendo travesuras, vi tu comentario en el correo Isaac, que no llegó acá, gracias por elogiar mi loco relato, un abrazo!
ResponderEliminarExcelente tu relato
ResponderEliminarPaz
Isaac
Bieeeennn! Entró tu comentario, gracias Isaac, un abrazo!
Eliminar¿Se puede echar de menos el desorden general que tenía el hijo? Un placer leerte María Cristina.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es que era así el hijo, el robot demasiado perfecto, Conchi, un abrazo!
EliminarBueno, ya estamos de por aquí después de este corto período vacacional saludando a los amigos.
ResponderEliminarMuy buen relato, amiga. Aunque nos quieran vender la vida totalmente robotizada, yo por lo menos no comparto esa idea.
Un fuerte abrazo, amiga.
La naturaleza es nuestra mejor aliada, Juan, gracias, gran alegría tenerte de vuelta, un abrazo!
EliminarRafael, copio tu comentario que llegó a mi correo pero no acá:
ResponderEliminarAsí somos, seres de costumbres y hábitos singulares.
Un abrazo.
Esos padres se habían habituado a las de su hijo, el robot era demasiado perfecto, un abrazo Rafael!
EliminarMuy buena historia, María Cristina.
ResponderEliminarNos gusta batallar y un hijo modelo parece que no es apreciado igual.
Besos.
Extrañaban los desmanes! Un abrazo Sara!
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