Cuando volvi de acompañar a mi nietita en su post operatorio, al dia
siguiente aterrice en la vereda a la vuelta de mi casa, una baldosa sobresalida
y unas chinelas mias fueron las causantes. El mundo se me vino abajo en
segundos. Mi nariz chorreaba sangre desde el puente, los anteojos se habían clavado
ahí, mi muñeca izquierda torcida hacia afuera, me levante azorada. Dos muchachos
me auxiliaron de inmediato con gran amabilidad, pidieron ayuda a la verduleria
de la cuadra, sentada y con toallitas húmedas me ofrecieron ambulancia, compañía
hasta mi casa, lo que fuera mejor para mi. Este incidente desafortunado se convirtió
de un momento a otro en muestras de solidaridad y afecto. Con el correr de los días
y ya con los tratamientos avanzados, pude comprobarlo, el saldo de mi caída resulto
favorable.
Bueno pues si el saldo resultó favorable me alegro por ti aunque espero que el texto que solo sea ficción . Un abrazo
ResponderEliminarMe alegro de que encontraras buena gente. Un beso
ResponderEliminarLamento mucho tu caída pero espero que no haya sido grave y ya estés bien
ResponderEliminarPaz
Isaac
A veces la vida tropieza para recordarnos que aún existen manos dispuestas a sostenernos. Tu relato convierte la caída en un símbolo de humanidad compartida: la herida se vuelve puente, y el dolor, ocasión de ternura.
ResponderEliminarGracias por mostrarnos que incluso en el suelo puede brotar la luz.
Un fuerte abrazo.
Menos mal que ya pasó y acabó bien.
ResponderEliminarUn tropezón que desató un sinfín de atenciones.
Un abrazo.
Querida María Cristina, imagino como te habrás sentido en el momento de la caída y ver la sangre y tu muñeca, no es para menos el susto. Que bendición que hubo gente a tu alrededor que te tendió la mano y sobre todo que ya estés en etapa de recuperación.
ResponderEliminarTe mando un abrazo grande!