Cuando Luisa
despertó ese día y se incorporó para dirigirse al baño, sintió un crujido
debajo de su antigua cama de madera. El travesaño se había desprendido. Por
suerte, el elástico estaba asegurado con patas extras y se mantenía firme. Le
dio vueltas al asunto buscando una solución, hasta pensó en comprarse al fin un
moderno somier, pero su instinto conservador pudo más y decidió que ella misma
lo arreglaría. Buscó y buscó entre sus cosas algo que sirviera de soporte y
mantuviera en su sitio el madero. Ya casi resignada, vio entonces sobre la
repisa la caja que contenía las cenizas de su difunto esposo. Su mente comenzó
entonces una lucha denodada entre lo práctico y lo ético. No se sabe si por
haber ganado la batalla lo primero o por haber entendido que sería una doble reparación,
la envolvió cuidadosamente en papel madera y la calzó contra el cabezal y el travesaño. Se
alejó unos pasos y contempló el resultado, había quedado zanjado el percance. Además,
lo tendría más cerca y ahora para siempre. La noche siguiente sintió un bulto a
su lado, creyendo que era una de las almohadas la quiso correr, pero grande fue
su sorpresa cuando sus manos tropezaron con un cuerpo muy conocido, reposando
tranquilamente. No encendió la luz, ni se movió, pero no pudo volver a dormir.
Cuando la claridad del día se filtró por la ventana, miró a su costado, estaba
sola otra vez. Pero fue una soledad momentánea, desde entonces y cada noche su
marido la acompaña. Ella lo acepta como algo natural, pero sabe que el milagro
tiene condiciones, duerme plácidamente y en sus sueños conversan como antes.
Le dio una utilidad al recipiente de las cenizas y encima no volvió a dormir sola. Una idea estupenda.
ResponderEliminarUn abrazo.
Por accidente no sé..., pero algo escalofriante sí!
ResponderEliminarAbrazos Cristina.
No es cierto, Matías? Me alegra que le hayas encontrado la naturalidad, un abrazo!
ResponderEliminarHola Ernesto, estoy viendo una posibilidad de ficción en mis entradas para no aburrir tanto con temas personales, espero no haberte impresionado demasiado, quise hacerlo liviano! Un abrazo!
ResponderEliminarCuando se viven estas experiencias así, de forma natural, es algo maravilloso.
ResponderEliminarMe encanta escuchar estas experiencias.
Un besito :)
Es que hay que aceptar que los milagros existen, Nieves! Un abrazote!
ResponderEliminarMuy bueno. Por lo menos como se dice. Mato dos pajaros de un tiro. Arreglo el problema de la cama y pudo volver a dormir acompañada jaja. Saludos!
ResponderEliminarClaro, Gustavo, sin querer solucionó dos problemas! Gracias, un abrazo!
ResponderEliminarP.D. Habrás visto que no te hice la crítica destructiva de tu relato con estilo catástrofe, estuve medida no? jajaja
¡¡Que bonito María Cristina!!
ResponderEliminarNo me extraña que Luisa duerma ahora mucho mejor. Primero, tiene la cama arreglada. Segundo, aunque solo sea en sueños tiene a su marido con ella.
Un abrazo guapetona, me ha encantado lo que has escrito hoy.
Al fin de cuentas como dice el refrán: "No hay mal que por bien no venga"... ahora por lo menos duerme acompañada, aunque con cama dañada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cenizas son cenizas y solo eso.... Bueno y hay que ser práctico...
ResponderEliminarLuz&Cariño
Isaac
Qué bueno que te haya gustado, Ma de los Angeles, a veces, como dice ahí Rafael, no hay mal que por bien no venga, un abrazote!
ResponderEliminarMuy de acuerdo, Rafael, y los muebles rotos tienen su encanto también, un abrazo!
ResponderEliminarCreo que ese pensamiento estuvo presente, Isaac, lo que no imaginaba Luisa fue el resultado! Un abrazo!
ResponderEliminarMucha utilidad sacó querida amiga.
ResponderEliminar¡Gracias María Cristina!
Un fuerte abrazo.
No es cierto, Marian? Gracias, un abrazo!
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ResponderEliminarDe todo se aprende para saber vivir mejor.
Besos.
...Y los milagros ocurren! Un abrazo Olga y Carles!
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