Tuve dos jefes en dos empresas hermanas, una dependiente de la otra, la primera fabricaba máquinas agrícolas exclusivamente, ingresé apenas cumplidos los dieciocho, quien me entrevistó fue quien sería mi superior directo. Simpático, agradable, nos caímos bien de entrada. Al poco tiempo descubrió que me incomodaba el escritorio en su mismo despacho y lo ubicó fuera, en el salón principal junto a las chicas de contaduría, con quienes enseguida congenié, salvo con una, Isolda Aída Romano, su ascendencia del norte de Italia no perdonaba a la mía, del sur, y me miraba desde su montaña y me chicaneaba continuamente, tan hermosa como mala. Laura es mi gran amiga desde entonces, madrina de dos de mis hijos, y Teresa era la proveedora de la gran tortilla de su mamá para el almuerzo, que acompañábamos con jamón en una gran figasa al mediodía en la pausa. Mi jefe tenía una amante en el Banco Alemán, cuando lo llamaba por teléfono se le transfiguraba la cara, en seguida nos dábamos cuenta que hablaba con ella. Un día llegué con tortícolis, no podía girar la cabeza, al rato cayó mi jefe, igual!!! Carcajadas y bromas en general. Cuando esa empresa cerró me derivaron a la principal, también en puesto similar pero con distinto jefe. Para él todo era ya! Un día me hizo pasar a su escritorio y me preguntó sobre mi vida personal, no me llamó mucho la atención, fue respetuoso. A la semana me propuso quedarme una hora extra algunos días para actualizar el fichero, muy abandonado por la secretaria anterior. (Acá hago un paréntesis, en los dos lugares reemplacé a futuras mamás que se iban con su panzota a dar a luz a sus bebés, y algunos años más tarde yo hice lo mismo, gran casualidad) La cuestión es que yo dije que sí, y mi mamá también. Se sentaba en la entrada del salón y desde ahí vigilaba sonriente. A la semana mi jefe creyó que el fichero podía seguir atrasado y me dijo que no necesitaba más mis horas extras, todo con muy buenos modales. Al año ya me estaba casando con un compañero, que casualmente me ayudó con el ficherito y fue el padre de mis hijos. Mi jefe lo reconvino por robarme sin permiso, pero nos mandó una orquídea de regalo. Estaba en un pedestal que quedó abandonado por ahí. Como comprenderán, guardo mejores recuerdos de mi primer jefe, todo un señor.
Que recuerdos y que claros los mantienes, el trabajo es otro apartado de nuestra vida y es importante, pasamos mucho tiempo con los compañeros. Abrazos
ResponderEliminarFue una época muy linda para mí en general, gracias Ester, un abrazo!
EliminarEs bueno recordar los tiempos idos, buenos o malos, están siempre con nosotros. Bonitas tus anécdotas laborales.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Rafael, un abrazo!
EliminarHola dando una vuelta, muy buena tu historia y dobles recuerdos para ti por el trabajo y en lo personal me alegro. Saludos
ResponderEliminarGracias NaNy, un abrazo!
Eliminarhay jefes que no saben estar en su sitio, y al final se les ve el plumero.
ResponderEliminarUna buena historia.
Besos
Lo bueno es poder defenderse y no pagar consecuencias, gracias Rita, un abrazo!
EliminarYo no tuve tanta suerte con el trabajo. Un beso
ResponderEliminarA veces pasa que uno no trabaja en su vocación y eso perturba, un abrazo Susana!
EliminarVivencias imborrables de algo sumamente importante, puesto que de allí surgió tu familia y una gran amiga para siempre.
ResponderEliminarFuerte abrazo!
Fue así Sara, un tiempo muy importante en el inicio de mi juventud, un abrazo!
EliminarUna historia interesante y entretenida... De estas cosas de la vida, está la vida llena! Con uno u otro final, la vida continúa!
ResponderEliminarSi bien es cierto que del "segundo", los hay y muchos.
Abrazos Cristina.
Y salir indemne de esas situaciones es importante, gracias Ernesto, un abrazo!
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