LA PAZ ENGORDA

             Esta curiosa definición es el resultado de mi experiencia personal. Desde hace bastante tiempo disfruto de una paz que me llevó bastante trabajo obtener. Como resultado tengo unos seis kg de más, alegremente conseguidos sin ningún esfuerzo de mi parte. Ya hace algunos años, un sacerdote argentino muy particular había definido a la paz como un egoísmo más que como un logro.

Decía que ese estado nos lleva a una beatitud muy cómoda pero que nos desconecta del entorno agitado con el cual debiéramos estar en sintonía. Por supuesto que no se refería a la paz entre los pueblos, sino a esa otra sensación personal y placentera. Así que desde mañana lunes me propongo iniciar una etapa de stress acelerado a bordo de unas buenas zapatillas y unas cuantas cuadras para recorrer, además de cerrar un poco la boquita ante manjares tentadores. Perder un poco de paz me liberará de esos kilitos molestos.

¡ARRIBA LAS CANAS!

No era la primera vez. Mi hijo se alejó con cara de disgusto al saludarme, ¡ese olor a tintura! Esto ocurrió el mes pasado, en la semana de mi cumpleaños. Fue ahí que me decidí, nunca más me tiño, y a partir de entonces me miro en el espejo cada día con detenimiento, mis sienes están plateadas, ¡plateadas! Todo un hallazgo, ¡me encantan! Falta saber si el resto del pelo se va a trocar en ese tono, siempre admiré las melenas blancas resplandecientes. Hace pocos días cayó en mis manos una revista donde se hablaba del tema, ¡hasta hay un club de orgullosas canosas! Leer ese artículo me convenció de lo acertada de mi decisión, ¡no soy la única! Había abandonado el delineador hace un tiempo, culpa de la mala calidad que iba encontrando, así que mis ojos están al natural tanto como mi cabellera. Podría decirse que me estoy echando al abandono, pero en realidad me siento muy bien, mostrándome tal cual los años me trajeron hasta acá.